Tantos momentos han quedado reducidos
al día de hoy, son polvo, polvo que poco a poco se va yendo con cada
invierno. Han sido muchos buenos momentos, tardes de risa pura, hasta
llegar al llanto sujetándonos el estómago de tanto dolor. Han sido
muchas noches mirando las estrellas invisibles del techo de nuestras
habitaciones, contándonos todo y más, diciendo todo eso que no
podemos decir en alto a nadie más, asegurándonos más tarde de que
el baúl de los secretos está más que cerrado. Creo que ambas
hemos podido superar ciertas cosas con el alivio que supone poder
convertir ciertos pensamientos molestos en palabras, creo que ambas
nos hemos ido más felices a la cama después de pasar un día entero
juntas.
Lo recuerdo todo, lo recuerdo todo con una claridad
sorprendente. Recuerdo la ropa que llevábamos puesta un día cualquiera de cine, yo un vestido negro y un pañuelo azul, tú una sudadera
verde y unos vaqueros. Sé por qué recuerdo esto, creo que porque por aquel entonces
pensaba que eras mi alma gemela y no podía perder detalle de nuestro
tiempo juntas, que no habría recuerdos más bonitos para recurrir en
mi vejez, sentada en una silla más vieja que yo, que esos días juntos. Tardes
llenas de juventud, bailes y música, lágrimas que dejaban paso a un
sentimiento deslumbrante de alivio. Esos sueños compartidos que
aunque cambiarían mucho con el paso de los años, cuando lo
contábamos en alto parecía que había una pequeña posibilidad de
que se cumplieran. Tengo que reconocerlo, por cursi que suene,
hacías que pensase que algún día se cumplirían mis sueños.
¿Sabes por qué? Por un montón de motivos. Pero hay uno que
sobrepasa todos. El mayor motivo es sencillo, quizás incluso
demasiado, pero real. Pensaba que después de un día duro, horrible,
de esos en los que quieres cancelar tu vida, poner una suplente
dispuesta a soportar los golpes de la vida, después de haberlo
intentado todo para que las cosas no se torciesen tanto, me sentaría
en el sofá de mi casa, quizás una casa solitaria, o cuando mis
hijos estuvieran profundamente dormidos, cogería el teléfono y te
llamaría, en mi mente no importaba si vivías en la casa de al lado
y podías ponerte en veinte pasos en mi salón, o estabas viviendo en
el mismo Polo Norte, la sensación de que todo iba a salir era la
misma, tu voz lo decía sin decir nada, ese ''te entiendo'', ese
''necesitas descansar'', o ''quizás deberías de hablar con él'',
no sé, cualquier frase simple, haría que me fuese a dormir con el
corazón un poco más tranquilo, como si nada hubiese pasado.
Y te quiero ser sincera, quizás tan
sincera que duela, pero lo haré, porque sino esto no tendría ningún
sentido ¿no? No sé por dónde empezar. Nuestra amistad empezó
siendo una de las cosas más maravillosas que jamás me habían
pasado, y hoy día parece solamente una cosa más. Y me niego, claro
que lo hago, pero lo hago ahora, a las seis de la mañana después de
una noche de darle vueltas a la cabeza. En cambio sé que mañana
fingiré que todo me da igual, solo para no esforzarme en recuperar
algo que a veces pienso, solo me importa a mí. Y es que he cambiado,
claro que lo he hecho, quiero pensar que para bien. Pero eso me ha
puesto triste, ¿sabes por qué? Porque cuando han pasado estos meses
en el que cada día me importaba todo cada vez menos me he dado
cuenta de una horrible realidad, estaba haciéndome mayor de verdad.
Y ya no era solo por la falta de miedo a la oscuridad, a los viajes
sola, a preguntar cosas a desconocidos, y todas esas cosas que nos
aterran de niños. No, no era solo eso, era una realidad mucho más
horrible y desoladora, la realidad de que había perdido las ganas de
luchar por las personas que me importaban. De no querer tener gestos
bonitos con la gente que no los tiene conmigo. La fuerza suficiente
para luchar por causas perdidas. Por eso, en un gesto de lucidez que
puede que mañana desaparezca con el sol, he escrito esto, en un
intento de volver a plasmar aquella niña que aún tenía fe, que
sabía perdonar. Mañana por la mañana estoy segura de que volveré
a ser igual que este último año, pero estas palabras nunca se
borrarán, y puede, y solo puede que un acto de poca lucidez, te
entregue esto.
¿Sabes qué? (aunque creo que tú lo
sabes de sobra y te enteraste hace mucho más tiempo que yo, por eso
siento que hay cierta frialdad que te recubre desde hace meses,
puede que años), que no te importen los sentimientos de los demás
es muy fácil, mucho más, lo simplifica todo demasiado, el que no te
importe luchar por causas perdidas, o volver a mirar a unos ojos que
no te miran desde hace tiempo, no hacer nada de esto es sencillo. Es
fácil acostarse por la noche pensando solo en tu ombligo. ¿Son
muchas menos heridas que curar, no es así? Creo que cuando nos damos
cuenta de esto nos morimos un poco por dentro, y el mundo muere un
poco con nosotros. Creo que así nos ahorramos muchas hostias. Pero
¿sabes cual es la horrible realidad que nadie ve? Que cuando te
acuestas por la noche estás solo, completamente solo. Que esos
amigos a los que no cuidas desde hace tiempo empezaron a estar
contigo solo por costumbre, incluso por tener a alguien con quien
salir un sábado noche. Y estás muriéndote un poco por dentro, y tú
no te das cuenta, ese es el efecto de este hechizo, que te olvidas.
Te olvidas del sabor a sangre de la traición y te alegras, tanto que
ese sentimiento ensombrece la otra realidad, la realidad de que eres
un perfecto desconocido para tus seres queridos.
No sé por qué sé esto, ni siquiera
sé si hay más gente que piensa así, pero yo lo hago, y me alegro
de ello, de verdad que sí. ¿Sabes por qué? Porque yo al menos
tengo la lucidez de saber que estoy sola. Es mucho más triste la
otra realidad de esas personas que observan su ombligo cada día, sin
darse cuenta de que las sombras de las personas desaparecieron hace
tiempo. Porque están aún más solos y no lo saben, y esa tristeza
te come el subconsciente hasta que un día te levantas tan triste que
no ves posibilidad de recomposición, y ¿sabes la peor parte? Que no
sabes por qué, no tienes la menor idea de qué pasa dentro de tu
pecho ni la razón de esa horrible presión. Yo al menos puedo
ponerle solución, quizás como estoy haciendo ahora con esta carta.
Yo al menos me doy cuenta de la mierda que me rodea y puedo decidir
si quiero ponerle fin. Y si no lo hago, si dejo que todo esto crezca
cómo he hecho los últimos meses habrá sido por elección propia.
Y ahora, después de esto, quiero
decirte algo. Y la cosa es que estoy triste, porque todo se ha
quedado atrás, creo que para recoger todo lo que hemos perdido
deberíamos de dar la vuelta, y es un camino lejano, que solo podemos
recorrer juntas. Y creo que una de nosotras no está tan dispuesta
como la otra, y eso me pone profundamente triste. Y creo que ahora
diré la peor frase que puedo decirte, lo más duro que se le puede
decir a una persona (aunque la gente no lo crea), la realidad, es que
creo que no te conozco, hoy, en esta noche de verano, no te conozco.
Ahora no puedo imaginarnos contándonos secretos ni secándonos
lágrimas. Solo puedo imaginarte con personas que nunca, jamás, te
valorarán como yo lo hice. ¿Sabes algo? Creo que tú puedes perder
mucho más que yo. Porque el simple hecho de estar haciendo esto, de
que ya sean las siete de la mañana y yo siga escribiendo esto con
prácticamente lágrimas en los ojos dice mucho de mi persona, y no
dice nada malo. ¿Sabes que es lo peor de todo? Lo peor realmente es
que aunque tú estés perdiendo mucho más, a mí me sigue doliendo
aún más que a ti.
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